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۰۱ اردیبهشت ۱۴۰۰

Las 6 cosas que hacemos y no deberíamos hacer cuando un niño no quiere comer

Los niños atraviesan fases y muchas veces, más conforme se van haciendo mayores, es frecuente que se vayan negando a ingerir determinados alimentos, con la consecuente desesperación de los padres porque su hijo no quiere comer.

Según la Agencia de Noticias infantiles,¿Qué podemos hacer en estos casos?¿Le obligamos? Preguntamos en primer lugar a Rosaura Leis, pediatra y miembro del Comité de Nutrición de la Asociación Española de Pediatría (AEP), así como miembro de la Sociedad Española de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición pediátrica.
En una entrevista con Infosalus subraya que cuando un niño no quiere comer directamente lo que debemos hacer los padres es consultarlo con su pediatra: “En España tenemos la fortuna de que nuestros niños son atendidos por especialistas, sus pediatras. Estos no solo los asisten en la enfermedad, sino que también disponemos de controles periódicos de salud, en los que el pediatra evalúa, aconseja sobre las medidas higiénico-sanitarias, vacunas y estilos de vida saludables, con el fin de garantizar su salud a corto, medio y largo plazo”.
En el proceso de la alimentación que se inicia desde el nacimiento están implicados factores biológicos, psicológicos y sociales, según afirma la también profesora titular de Pediatría de la Universidad de Santiago de Compostela y coordinadora de la Unidad de Gastroenterología y Nutrición Pediátrica del Hospital Clínico Universitario de Santiago.
“Cuando hablamos de trastornos de la conducta alimentaria en el niño pequeño nos referimos a los niños de 0 a 6 años, presentando una mayor frecuencia entre los 0 y los 3 años, que presentan conductas inadecuadas en la alimentación. La negativa a comer puede corresponderse con un fenómeno conductual del desarrollo de la alimentación, que debemos conocer precozmente para evitar la evolución a trastornos más complejos”, mantiene.
Así, y dentro de los términos que solemos utilizar Leis considera que debemos tener presente: la ‘neofobia’ o el rechazo a alimentos nuevos o desconocidos; la ‘dificultad de alimentación’, que incluye desde una mala interpretación de los cuidadores hasta un verdadero trastorno de la conducta alimentaria; el ‘trastorno de la conducta alimentaria’ del niño pequeño, que es un rechazo lo suficientemente grave para ocasionar un problema nutricional o psicoemocional que afecta tanto al niño como a los cuidadores y que precisa tratamiento; y el ‘trastorno de alimentación’ en el niño que se define como la incapacidad para conseguir una ingesta apropiada.
“En resumen, y ante la sospecha de que nuestro hijo no come adecuadamente o rechaza el alimento, debemos consultarlo con su pediatra”, insiste la también miembro del CIBER de Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición (CiberObn).
A su juicio, la mejor forma de enseñarles a comer es educando en primer lugar en los sabores. Para ello, la pediatra ve fundamental una buena alimentación de la madre gestante y de la madre lactante. “Durante los primeros 6 meses de vida alimentaremos al niño con la leche de mujer en exclusiva y vayamos introduciendo la alimentación complementaria, es decir aquellos alimentos sólidos y líquidos distintos de la leche, de acuerdo con las recomendaciones de nuestro pediatra, aumentando la textura e incrementando progresivamente los trozos”, prosigue.
Al año de vida, el niño debe estar incorporado a la mesa familiar y defiende que la familia es “el ejemplo” para la adquisición de hábitos alimentarios saludables: “Se debe ofertar una dieta suficiente en cantidad, variada, equilibrada y adecuada a la edad, sexo, estado de saludo y enfermedad y actividad física del niño. Es de destacar, como explicamos anteriormente, que en este periodo un porcentaje elevado de niños presentan ‘neofobia’, rechazo a probar nuevos alimentos, y esto se supera repitiendo la oferta, pero no forzando el consumo. Debemos estar atentos a las señales de hambre y saciedad de nuestro hijo y ayudarle a autogestionarlas. La mesa familiar es el primer lugar de educación nutricional y de compartir hábitos saludables”.
Otro de sus consejos es que el plato debe ser “atractivo, colorista y de tamaño adecuado”, al tiempo que cree que se pueden hacer preparaciones deseables para el niño, purés de verdura, macedonias de frutas variadas y de temporada, pescado con cubierta de cereales integrales, croquetas de pescado son algunas de sus ideas, pero siempre compartiendo en familia el plato.
Con ello, la doctora Rosaura Leis menciona esas 3 cosas que hacemos y no deberíamos hacer cuando un niño no quiere comer:
– La comida se debe llevar a cabo en un ambiente relajado y feliz. En ocasiones, el hecho de que el niño no quiera comer, la convierte en un momento tenso, de discusión.
– La comida no debe llevar asociado un premio, ni un castigo. Es el momento de compartir, de disfrutar, en el que el niño debe reconocer y responder a sus señales de apetito y saciedad.
– La comida debe durar un tiempo limitado, no más de 30 minutos, y no se debe forzar el comer todo lo servido. En muchas ocasiones las raciones ofertadas son excesivas para las necesidades del niño.

EL PROBLEMA DE LA OBESIDAD EN ESPAÑA

   Por su parte, la dietista-nutricionista y especialista en nutrición clínica en pediatría Melisa Gómez cree importante recordar que el principal problema que tenemos en España es el sobrepeso y la obesidad infantil, que padecen un 40% de niños españoles. “Los niños no necesitan para nada que se les presione para comer en muchas ocasiones por encima de sus necesidades. En España contamos con raros casos de desnutrición. Igual que a un adulto no le obligas a comer, tampoco deberías hacérselo a un niño”, advierte como primer consejo.
Gómez, que acaba de publicar ‘Leche con galletas’ (Vergara), junto al chef Juan Llorca, un libro de alimentación infantil para que los abuelos promuevan una alimentación saludable, pone el ejemplo de la leche materna, donde no vemos la cantidad que ingieren los niños, pero confiamos con que toman lo que necesitan y se sueltan cuando ya no quieren más. “Es a demanda, el cuerpo del bebé le indica cuándo comer y cuánto, y confiar en estos mismos principios, aunque tenga 2-5 años, es igual, yo tengo hábitos saludables y en función de una oferta, decides”, mantiene.
Aquí también incide en la idea errónea de obligarles a comer todo lo que hay en el plato: “Debemos ofrecerles un plato saludable, ponerlo a su alcance y darle la oportunidad de que coma la cantidad que quiera, no todo lo que hay en el plato tampoco. Igual si un día les ofrecemos brócoli con patatas y pollo, solo come la patata ese día, pero seguro que en otra comida será diferente. Si no progresa y no quiere nada, y no quieren probar nada, por más o menos tiempo, buscamos ayuda profesional con pediatría, nutrición infantil, o incluso psicología infantil”.
Rechaza en este punto totalmente estrategias para distraer al niño mientras come, como ponerles un móvil o la televisión o la tableta con dibujos animados o videos que les entretengan. “Aunque nos resuelve el problema de hoy, esto sienta precedente para que en un futuro no escuche a su cuerpo, a la hora de que le diga que es suficiente, que vale, y así no desarrolle sobrepeso o obesidad”, sentencia la dietista-nutricionista Melisa Gómez.

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